29-12-02
No se equivocaba Clonista, aunque acierta sin
mérito. Y en sección destacada, Protagonistas
del Año, nada menos que GarZón encabeza una lista en la que,
tipográficamente lejos, le sigue el caballo ganador de la prensadora de
realidad, Zapatero; y más lejos aún, casi en listín telefónico, Bush, Lula,
García Márquez, Ronaldo y los voluntarios contra el chapapote se reparten la
titularidad. La actualidad reserva su cupo con Corea y el gran reportaje de
fondo se centra en la esotérica iglesia Raeliana, que nunca soñó con una campaña
de propaganda de tales dimensiones. El año se va, obviamente, y Clonista se irá
también, camino de un silencio bien largo, el del desengaño, pero la guerra
quedará, y todos los movimientos usamericanos van en esa dirección. Sadamirak
advierte, con la torpe solemnidad bobalicona que engendró aquella “madre de
todas las batallas”, que “dará a Washington una ‘lección inolvidable’”. Clonista
pasó como sobre ascuas por la dolorosa realidad de los hijos que le fueron
robados a los represaliados durante la dictadura militar argentina, realidad
que ha vuelto a la actualidad –aunque nunca se haya ido del todo, por
supuesto- con el caso de los hijos
adoptivos de la gran mandamás del periodismo argentino, la dueña de Clarín, de quienes se sospecha que podrían
haber sido robados a quienes después se hizo desaparecer. Los jóvenes se niegan
de momento a hacerse los análisis genéticos que determinarían su filiación
real. ¡Qué dura es siempre la verdad! ¡Qué verdadera ha sido siempre la
letrilla de Quevedo! En cualquier caso, los círculos del poder oligárquico
argentino se han dispuesto en formación concéntrica para defender a la
empresaria frente a la actuación del juez Marquevich. En la información se hace
alusión a la participación activa en la entrega de los niños del obispo Plaza,
quien colaboró activamente con la represión, al modo de aquellos obispos
españoles que participaron en la sanguinaria cruzada contra los rojos durante la guerra civil española.
Y ya que sale de rebote la guerra civil, es oportuna la carta del navarro Pedro
Otaduy, quien acusa a la serie Cuéntame...
de edulcorar hasta el empacho la realidad dolorosa de los vencidos: “los ex
combatientes del lado leal a la República fueron mucho peor tratados, tuvieron
una realidad mucho más penosa que la que en ese capítulo [de la serie
televisiva] se dibujó.” ¿Olvida el espectador indignado que la serie se pasa en
la telepepé? Seguramente. Una confusión la tiene cualquiera. ¡Lo que faltaba!
Está visto que el asunto del Prestige
está reuniendo tal cúmulo de despropósitos que va a ser difícil igualar la cota
que acabará alcanzando. Ahora resulta que el CSIC ha plagiado un informe
toxicológico francés. Los prensadores de realidad tienen mala fe,
indudablemente. ¿Por qué usar plagio cuando “intercontextualidad” es un
concepto acuñado en los aledaños gubernamentales y validado por la ministra
correspondiente? Se espera, sin embargo,
que se acuñe el concepto correspondiente a la mayor chapuza parlamentaria del
año, una derrota ocurrida en Vitoria y celebrada soberanamente en Ajuria Enea.
Sergi Pamies elogia el último libro de Jordi Costa: ¡Vida mostrenca!, contracultura en el infierno post-moderno. De
obligada lectura. Jordi Costa tiene el don de la síntesis, la concisión y la
capacidad de relación: hubiera acabado siendo, de haber insistido en sus
estudios filológicos, un maestro de la literatura comparada, sin duda, quizás
un digno sucesor de Claudio Guillén. ¡Menuda bofetada de realidad es la
denuncia en la Opinión del lector
hecha por Antonio Armengol, cuyo suegro lleva camino de fallecer de un cáncer
hepático después de haber sido diagnosticado en enero de 2001, operado en
noviembre de 2002 y necesitar una segunda operación urgente que no se le
practicará, le han dicho, hasta la cuarta semana de enero de 2003! El suegro
del señor Armengol jamás suscribió un seguro médico privado porque creía en el
sistema sanitario público y, según afirma su yerno, en Jordi Pujol. ¡Bendita
ingenuidad! El cortijerito está más preocupado por invertir los dineros
públicos en campañas privadas de prensa y propaganda, pero a lo grande: papel
del mejor, fotografías “a dojo” –que decimos en el rinconación- y, sobre todo,
bien destacados: el virrey y el delfín. ¿El lema coincidirá, sospechosamente,
con algún otro que acabe utilizando CiU en las próximas elecciones? Ya se verá. Puestos a chapuzar, las épocas estertóricas
se prestan como ninguna. Clonista no se entretiene en referir el contenido
intemporal del suplemento dedicado a los protagonistas del 2002, a los nombres
propios, a lo que son negritas en Umbral, porque ni es amigo del culto a la
personalidad ni los nombres propios son, en la mayoría de los casos, propiedad
ninguna, sino mero usufructo. Pero el signo de los tiempos que corren aparece
crudamente en ese suplemento en la sección dedicada a la cultura. En recuadro
destacadísimo aparece El año de Aserejé,
una canción macarrapenada de un trío de muchachas llamado Las Ketchup, hijas de
un guitarrista apodado El Tomate. Y en un subrecuadro, bajo el título Y además, aparecen ¡Imre Kertész,
Eduardo Chillida, Barenboim y Edward Said! Clonista agradece que el fin de año
se le eche encima y no prevé que los
demonios de la nostalgia se lo lleven con ellos así que ponga fin a su aventura
insólita e inverosímil. De hecho, la patada en el culo ya se la ha dado quien
puede, pues en la sección de la todopoderosa Economía, cuyo alarde tipográfico destaca
sobre cualesquiera otras secciones, se ha entrado ya en el próximo año: “2003
arranca con la amenaza del petróleo”. Clonista cierra la realidad ofendido: ni
siquiera dejan salir antes de entrar. Suerte que al final del día siempre cabe
la esperanza de una buena película que le permita recuperar a Clonista, y la sociedad
limitada de la que forma parte, la verdadera realidad. Hoy, The leopard man, de Jacques Tourneur.
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