jueves, 26 de febrero de 2015

     2-1-02

            ¡Buen baño de realidad ha sido el trasiego de monedas, cambiando el contenido de todos los monederos de la casa, míseros ahorros incluidos! Como atrasar o adelantar la hora, vayan pesetas y vengan euros. Los billetes de papel impecables como si fueran de un juego de mesa, el Palé, por ejemplo. Un tacto confortador y la sensación de estar tocando la realidad en su acepción más profunda, esto es, la más común. Todo han sido risas y alegrías a través de Europa. Incluso los griegos han enterrado los más de dos mil años de la Dracma sin duelo alguno. Coronados de euros aparecían sonrientes los ciudadanos en vivaracha estampa de Año Nuevo. Aunque detrás de esas sonrisas  adivina la morigerada malicia del Clonista esclavitudes de las que en modo alguno les manumitirá una moneda, por muchas puertas que tenga dibujadas en sus billetes polícromos. ¿En qué realidad les debe parecer a los argentinos que habitan los europeos? Los calores estivales y la desesperación por la ineptitud y el caciquismo que les gobierna, ¡qué contraste con los fríos rigurosos y la alegría del recibimiento al euro triunfante! Al mismo tiempo, mientras los ciudadanos se alarmaban o disfrutaban por y de la novedad monetaria, han madrugado los cacos de toda la vida para cosechar su primer botín en euros, ante la boba estupefacción de quienes aún andaban bendiciendo la bondad universal en la despedida del Año Viejo. La fiebre insistente que ha padecido el Clonista durante todo el día, sin embargo, ha sido capaz de convertir la realidad en una dimensión fantástica: ni las euromonedas y eurobilletes instalándose con una solvencia y un poderío indiscutible en todos los monederos de la familia han sido capaces de convencerle de que no viajaba en una burbuja desde la que todo parecía un juego banal y entretenido, absolutamente intrascendente. En esa atmósfera de incierta levitación, Max Ophuls ha convertido su Carta a una desconocida en un cuento cuya historia seguía con el único ojo que, a lo largo del día, le ha parecido que veía la auténtica realidad. Es habitual que tras la lectura del diario todo le parezca un rompecabezas grotesco, un carnaval trágico; pero hoy, desde la severidad de la fiebre, la suma de noticias apenas si tenía mayor realidad que la distancia desde la que ha vivido el día, flotando en la nube ardiente, despegado de todos y de todo, pura presencia de animal atacado de flemas y flujos. Por todo ello, la olla de grillos de los gobiernos central y vascongado, las carencias lamentables de sus ineptos electos, no pueden contemplarse sobre la preeminencia del espacio estelar del diario sino como una suerte de simulacro de realidad. Le llegan sus disputas, sus amenazas y sus descalificaciones como lucha de currutacos y pisaverdes en el corral predemocrático. ¿Tan mediocre realidad -el quehacer de opereta frente al opus nigrum terrorista- ha de ser por la fuerza de los titulares la propia del Clonista? Perplejidad.

miércoles, 25 de febrero de 2015

CLÓNICA DEL AÑO 2

      

                                                   



              CLÓNICA DEL  AÑO 2




                        JUAN POZ

                                  

(El periódico)
Rebato de la muerte anticipada,
corroborante vida desvivida,
sibila del futuro acontecido.
La serie de los días futuridos
degrada en una sucesión minuenda,
precipitar de restas hacia el cero.
Y el ojo del presente va cegando
con su flecha lanzada hacia el futuro.
                            (Rafael Sánchez Ferlosio)

Realidad: El núcleo de un vacío.
                             (Ambrose Bierce)
                                              

Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opiniones acerca de los sucesos.
                               (Epícteto)

Pensaba que la historia verídica, precipitada e inquietante de un año, su atropello en  el alma, su pasión en la inteligencia, podría ser una novela de los tiempos actuales, entretenida y sorprendente.

                                (Ramon Gómez de la Serna



ENERO  



            1-1-02





                Es  intención del Clonista, en esta Clónica del año 2, acercarse a la compleja experiencia de la percepción, posible intelección y definición de la realidad. Ignora aún lo productivo o fútil de su intento, pero el no menos complejo paso del tiempo le ayudará a ir aclarando los conceptos, espera, y también a precisar los límites de su experimento. Nada nuevo ni original hay en él, excepto la necesidad propia de desvelar la vieja trama de trampas -o de trampantojos- que se esconde tras ese concepto tan traído y llevado, sudado y sobado, anatematizado y anatematizador, escurridizo y pétreo, veloz y tardo, síntesis y paráfrasis; esa realidad, en fin, tantas veces sentida como una losa funeraria de diez mil quilos, y tantas otras imposible de percibir siquiera. Desde bien joven ha tenido la sensación de que la realidad recibida como un argumento inapelable, la realidad escuchada como la gran amenaza, la realidad que acabaría poniéndole en su sitio -y ese ser más espacio que persona le invita a una digresión por la que no  puede permitirse el placer de perderse...-, la realidad dicha como con letras de molde y con el énfasis teatral de los grandes dramas, la realidad que disiparía cualquier sueño de cambiarla,  esa realidad, era un concepto tan vacío como sólo las fantasmagóricas creaciones del lenguaje manipulador pueden llegar a serlo. Hoy, casi en el medio del camino de la vida, el Clonista ha sentido la necesidad de ajustarle las cuentas a ese concepto esquivo y difuso, a esa palabra cuyo carácter imperativo siempre la ha hecho tan antipática como necesaria. De hoy en adelante, así pues, inicia un experimento que consiste en ir forjando ese molde de imprecisas dimensiones, para ver si, al final, o cuando sea, acaba teniendo una forma reconocible, significante, habitable e incluso amable. Pretende el Clonista, en el día a día de este año 2, consignar no tanto la realidad cotidiana, cuanto la percepción que vaya teniendo de ella a través de sus propias vivencias y, sobre todo, de la información recibida desde el siempre poderoso taumaturgo -subsidiario de la televisión, eso sí-  que es la prensa escrita. De las páginas de El País, lectura habitual del Clonista desde la aparición de su primer número, irá extrayendo, en la medida que pueda, las ayudas que le permitan explorar ese concepto tan lábil como un paisaje desértico. En el fondo igual aspira a la ingenuidad de creer que ser persona es tener sentido, y de que lo real por fuerza ha de ser racional. No lo sabe, lo confiesa. Le vienen grandes algunas palabras y no pocos conceptos. Sobre todo aquellos que enmascaran y alienan. Lo propio de este viaje clónico quizás sea, simplemente, averiguar si la realidad forma parte de él, él de ella, si es una invención funesta, una esclavitud irredimible, una broma macabra, un aforismo bergaminesco o la gran mesa de trucos cervantina donde se juega y siempre se pierde. Hoy mismo, 1 del 1 del 02, sin diario que llevarse a los ojos, ¿no parece que se haya desvanecido el mundo, que la realidad se haya quedado sin muchas de sus oscuras provincias, que su propia vida haya sufrido una amputación? Sí, cierto, la familia ha llenado las horas y la historia de un desencanto sentido como una herida en carne viva le ha entretenido durante buena parte de la tarde. Pero ¿dónde estaba él?, ¿podría decir que su realidad era ese desfile de la grandeur de las pequeñas cosas? ¿Se viven días enteros fuera de la realidad? ¿O, por el contrario, en la redacción de estas líneas -recuerdo de Bergamín y de Cervantes incluidos- se perfila ese único rostro de la realidad que le es familiar?